El duelo es el espejo de la riqueza

Del libro “En la tristeza pervive el amor” de Elisabeth Lukas.
En el primer «umbral» que atravesaremos, colindante con el conocimiento de la pérdida, anida la comprensión de que en nuestra vida ha existido precisamente algo valioso. Este entendimiento inmediatamente posterior a la irrupción de la tragedia alberga ya una semilla de consuelo. No nos hemos movido en el vacío ni nos hemos quedado aislados, sino que hemos vivido en correspondencias cuyas muestras más fascinantes han sido las correspondencias amorosas… Es bueno recordarlas y cerciorarse de que han existido.
¿Por qué es bueno? Porque se trata de otra comprensión importante que se desvela: los hombres tenemos la problemática tendencia a acostumbramos a la riqueza, y también a la ri¬queza interior. Tan pronto como aparecen las correspondencias de valores, como por ejemplo la vida en pareja, la amistad, la maternidad o la paternidad, nos acostumbramos a nuestros amores y los tratamos como si fueran propiedades sobre las que Ostentamos un derecho. Poco a poco, vamos dejando de notar lo mucho que las personas a las que está referida nuestra existencia la intensifican y nos hacen felices. Sólo cuando nos despedimos de ellas volvemos a ser conscientes de su singularidad. Entonces, el duelo toma el lápiz rojo y corrige todas esas ideas absurdas sobre derechos. «Todo es un bien prestado, todo es un regalo, la vida entera es un regalo hasta la muerte —escribe el duelo sobre nuestras fantasías de propiedad tachadas—. Pero recuerda que tu estás entre los obsequiados. Has sido afortunado durante años. Yo soy el precio que ahora deberás pagar por ello. Cuanto más cariñosas hayan sido tus relaciones amorosas, más feliz habrás sido con ellas y más amargamente tendrás que llorar ahora por el enorme motivo de satisfacción que tenias.»Así habla el duelo.
Una vez, durante un congreso científico ce¬lebrado en Dallas, me apunté a un paseo turístico para extranjeros. El trayecto en autobús recorría los más espléndidos jardines de los ranchos más caros de Estados Unidos, mientras el guía iba mencionando los millones de dólares que se habían invertido en cada uno de ellos. Cuando nos señaló con encendido entusiasmo una de aquellas propiedades particularmente ostentosa con canalones de desagüe de oro macizo, me permití soltar una observación lapidaria: «Seguro que todo es prestado». El guía se sobresaltó y me dirigió una mirada irritada. «¿Quiere usted asustarme?», exclamóEn realidad no quería espantarlo, pero su exaltación me hizo compadecerlo. También en su vida habrá que utilizar el lápiz rojo…
La riqueza no contiene la abundancia de aquello que, a pesar de todo, tenemos que dejar atrás. La verdadera riqueza es una vida realizada en la entrega y en las muchas y maravillosas correspondencias de valores que, cuando acaban, deberán ser lloradas. En el duelo se refleja nuestra riqueza.Pobre del que nunca ha llevado luto por nada. No puede perder nada porque no hay nada por lo que su corazón palpite. Es el más pobre de nosotros.

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