NAVIDAD


Otra nochebuena queda atrás.En ella muchas íntimas celebraciones han sido una sola cena.Una misma reunión con un lenguaje común y hasta innecesario a veces, ya que una mirada todo lo dice, como es sabido que ocurre cuando de amor se trata.Nos hermana una dolorosa complicidad y también una firme intención: ponernos de pie, elevarnos por sobre el sufrimiento de haber tenido que enterrar tantos sueños y proyectos albergados en los cuerpos aun tiernos de nuestros hijos.Los días se deslizan incesantes, y en ellos se amontonan recuerdos, ensueños y pensamientos que mantienen vigentes el amoroso vínculo. En lo profundo, en lo íntimo de nuestros corazones donde atesoramos lo más preciado, preservándolo del olvido, de manoseos innecesarios y dramatizaciones vacías. Así con silenciosa dignidad podrá perdurar y acompañarnos a través del camino que debamos recorrer.En las fechas precisas el almanaque ahonda la ausencia y reaviva nuestras dolorosas emociones.Pero es ese mismo dolor el que enseña a dejar de lado los ¿por qué?, ya no tienen sentido. También a aceptar que el nacer y el morir son dolorosas transiciones que forman parte de una existencia sin final.La vida es un permanente devenir poblado de alejamientos y despedidas, necesarias algunas veces, inevitables en otros casos.También nosotros seremos despedida en la vida de los demás como parte de esa sutil urdimbre que teje el destino.Hoy nuestros hijos viven en nosotros, y en algún lugar alguna vez, nos espera la dicha del reencuentro.Este fin de año volvamos a reunirnos desde lo espiritual con tantas familias que añoran a sus hijos, y dejemos que nuestra buena amiga, la esperanza, ponga otra vez la mesa…


Carlos J. Bianchi, diciembre del 94 - Capítulo 47 – El Proceso del duelo

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