La oportunidad de pensar lo no pensado.

(Berti, Alicia y Gustavo, Esencia de Renacer)

“Partiendo de la base que los grupos de ayuda mutua se constituyen en la búsqueda de nuevos caminos frente a los modelos vigentes, una búsqueda originada al constatar que lo ofrecido por la sociedad formal ortodoxa, no es la solución para sus problemas, es de suma importancia dar a los grupos de ayuda mutua un sustento filosófico que permita, no sólo su reproducción, sino también su inserción social sobre marcos referenciales sólidos.
El grupo existencial Renacer para padres que enfrentan la muerte de un hijo, originado en 1988 en la ciudad de Río Cuarto, confrontó al modelo imperante hasta ese momento, de acuerdo con el cual la única alternativa que existía para un padre que perdía un hijo era “atravesar el proceso de duelo” y si necesitaba acompañamiento en ese proceso debía recurrir a quienes tradicionalmente habían “tutelado” dicho proceso, es decir, a los especialistas en las ciencias de la psiquis y los representantes de las diversas religiones.
Planteada la ayuda mutua como un nuevo enfoque, como todo marco conceptual nuevo, tiende a cuestionar las inoperantes estructuras vigentes, con la consecuente reacción de las ya establecidas, de ahí que se hace necesario profundizar acerca del significado de los modelos fundamentalmente en cuanto al obstáculo que pueden representar para esta tarea.
En consecuencia, se impone una mirada sobre los modelos en los que se han de basar, dado que no podemos separar al hombre, ni a sus grupos, entre ellos los de ayuda mutua, del mundo en que viven así como de las estructuras que los modelos ayudan a crear.
Por modelo se entiende un conjunto de símbolos que nos permiten definir un fenómeno determinado y el conjunto de modelos forman los paradigmas que son la totalidad de valores, técnicas, modelos, etc., compartidos por los integrantes de una comunidad determinada, que se asienta sobre un substrato de creencias, imperativos y compromisos históricos no conscientes.
Es una realidad significativa el hecho que los integrantes de una sociedad no sean mayoritariamente conscientes de cómo esa visión del mundo afecta su manera de interpretar la realidad y entender con claridad los fenómenos imperantes.
Esto plantea la necesidad de ser conscientes del modo en que un determinado paradigma compromete y condiciona el modo de pensar de los individuos, al punto tal que las ideas originales y renovadoras corren el peligro de ser rechazadas al colisionar con las actualmente vigentes.
Las visiones del mundo adquiridas como tales desde la infancia, a través de diversos procesos educativos tutelares, no son fácilmente cuestionadas y su capacidad para regir nuestra interpretación de la realidad va mucho más allá de lo pensado.
Sin embargo, cuando se vive una situación límite, como es el caso de la pérdida de un hijo, acontece que la existencia se da vuelta como un guante de goma que se saca de la mano, todo lo que estaba adentro quedó afuera y todo lo que estaba afuera quedó adentro; es un cambio totalmente radical, ya no somos los mismos ni podemos serlo; en esa frontera entre lo cognoscible y aquello que está más allá del límite, en la cual por el sufrimiento intenso se llega a una situación de aislamiento en la que desaparece el mundo circundante que rodea al ser sufriente y le hace desaparecer no sólo su significado, sino el mundo mismo; situación capaz de hacerle experimentar la nada en su plenitud y hacer desaparecer también toda visión previa del mundo.
Es a partir de ahí que se presenta “la” oportunidad de toda una vida; en la que se abre la posibilidad de una nueva visión y con ella un cambio radical en el “hoy” del ser, en palabras de Heidegger se hace presente la posibilidad de pensar lo no pensado, como un proceso de creación auténtico, yendo más allá de un mero desocultar algo que ha permanecido oculto, sino que ir más allá de los límites, más allá inclusive de la misma verdad, vislumbrando así un nuevo mundo generado a partir de esta revolución interior, pero también con él se hacen visibles las grandes resistencias de las estructuras vigentes.
Como toda actividad humana se estudia, evalúa, razona y valora a partir de la estructura propia de dicha cultura, somos prisioneros de dichas estructuras, y son precisamente éstas las que se oponen a las renovaciones culturales, puesto que los cambios de paradigmas se suceden muy lentamente y no se aprecian hasta que se produce una verdadera colisión entre ellos.
El reconocimiento de estas posibles colisiones es importante para los integrantes de los grupos de ayuda mutua, dado que, en muchos casos, por ejemplo, implica un rechazo a todo tipo de tutelaje preexistente, como lo indica el hecho de no existir jerarquías ni autoridades.
En nuestra cultura occidental la visión actual del hombre y del mundo en el que vivimos se denomina «Paradigma Occidental». En este paradigma imperan, entre otros, como se verá, modelos atomistas (aquellos que tratan de reducir todo a su más pequeña expresión, que es el átomo), materialistas (sólo aceptan como real aquello formado por materia demostrable), racionalistas (sólo es válido lo que se demuestra por vía de la razón), etc. a saber:
1- El Modelo Antropológico: Este modelo reconoce un “hombre fotográfico”: tal como la cámara, cuando más abiertos están sus ojos a la verdad del intelecto (cuando más abierto está el diafragma de la cámara), más enfocamos sólo aquello que está más cerca de nuestros ojos, más oculto permanece el bosque por el árbol. Existe un agravante: una fotografía es una copia de la realidad reducida, sólo se ve en dos dimensiones, y así, con una visión bidimensional, bio-psíquica, ven al ser humano.
Este modelo deja de lado una de las tres dimensiones del ser humano, y nada menos que la dimensión espiritual.
2- El Modelo Sociológico: Predominio de la masificación por sobre el valor individual de la persona, pérdida progresiva de la capacidad de reflexión individual con tendencia a lo que se ha denominado sincronización emocional con las consiguientes respuestas impulsivas.
Si en este momento tratamos de analizar el anonimato de ciertos grupos de ayuda mutua podemos considerarlo como un libre despojarse de la libertad y responsabilidad individual, para sumergirse en un colectivismo anónimo, a través del cual se pretende, paradójicamente, encontrar la dimensión espiritual que les permita reafirmarse como seres libres y responsables.
Cada civilización produce sus propias enfermedades, y en nuestra cultura occidental vemos crecer a paso agigantado el fenómeno de la masificación, como resultado del conformismo, y de la misma forma nos hemos hecho conscientes que así como existen neurosis individuales, existen también neurosis colectivas. Desde el punto de vista de la responsabilidad individual es indudable que si una persona acepta masificarse como refugio contra el peso de la libertad y la toma de responsabilidad que ello trae aparejado, deberá también aceptar las neurosis colectivas en las que esa sociedad de masas lo sumerge, sin preguntarle, pero sin darle posibilidades de salida mientras no opte por singularizarse.
3- El Modelo Ideológico: Se dice que vivimos en un mundo donde las ideas parecen no existir, se han transformado en ideologías (ideas fosilizadas que son repetidas sin que nadie tenga clara conciencia del contenido). Un estilo de vida cada vez más individualista y que nos ha mostrado la desaparición de los grandes sistemas solidarios que florecieron a principio del siglo pasado; un mundo englobado por una ideología neoliberal dependiente del libre flujo de capitales, reducido poder del estado nacional y de las fronteras entre naciones y, muy particularmente, signado por la flexibilización, no sólo laboral sino de todo tipo de relación entre sujetos y entre éstos y el poder.
4- El Modelo Religioso: Es necesario aquí hacer la salvedad que en todo paradigma, aun como construcción humana que es, el hombre, si bien ocupa un lugar importante, casi central, permanecía en él como “creación”. Hemos entrado en los últimos treinta años en una colisión de paradigmas que se origina cuando nace, a fines de la década del 70, el primer bebé de probeta, alcanza su máxima expresión hoy cuando la clonación de animales es un hecho corriente y ya se habla de estar en condiciones de clonar seres humanos. Este nuevo paradigma tiene como figura central un hombre capaz de crear vida, ya no sólo vida vegetal y animal, sino “capaz de crear vida humana”; estamos entrando en un paradigma cuyo efecto es aún imposible de predecir en el que la figura central sea el “hombre Creador”.
En cada era en la que se produjo una colisión entre paradigmas, hubo episodios de desconcierto y confusión, y esta era no es la excepción. Una posible derivación temprana de este nuevo paradigma que incorpora al hombre como “Creador” es el surgimiento de los fundamentalismos religiosos más acérrimos e intolerantes.
5- El Modelo Psicológico: El hombre es juguete de sus impulsos, con un aparato psíquico controlado por mecanismos, dinámicas e impulsos modulados por fuerzas fisiológicas; empujado por sus instintos, especialmente el instinto sexual y el de autopreservación; nunca atraído hacia valores, sin dimensión espiritual, en el que predominan la voluntad de placer y la voluntad de poder, en el que el deseo juega un rol fundamental y se ignora la voluntad, específicamente humana, de encontrar sentido a los grandes interrogantes existenciales. Se concibe y trabaja con un ser humano que prioriza sus emociones y que cree tener un derecho inalienable a la felicidad, considerando a ésta como una meta.
También se considera a la psiquis humana como una caja vacía sujeta a reaccionar frente a los estímulos que le son presentados, sin capacidad de agregar su impronta personal a una respuesta evocada por un estímulo determinado, como es el caso del conductismo y sus variantes más modernas.
En 1997 en la página central del Puntal, diario de Río Cuarto, del domingo 7 de diciembre, aparece un comentario de un psiquiatra biologista que reproduzco dada las enormes implicancias de las aseveraciones vertidas. Dice el profesional: “En el sistema nervioso tenemos sustancias de neurotransmisores que regulan nuestra vida psíquica en todo, no sólo en el pensamiento, sino en la vida sexual, en la temperatura corporal, la vigilia, la búsqueda compulsiva de dulces… la agresividad, la obsesión, la irritabilidad. Todos estos factores que pareciera que los regula uno, que uno es dueño de la conducta, se ha descubierto que no, que somos esclavos de nuestra biología cerebral. Somos así porque no podemos ser de otra manera”.
Así, de un plumazo la neurobiología cerebral nos ha privado no sólo de nuestra libertad como hombres, sino también de nuestra responsabilidad. Esta nota es un fiel exponente de un modelo de reduccionismo biologista.
Todo este conjunto de modelos que utilizamos, de manera consciente o no, en nuestra vida diaria nos ha llevado a un paradigma de vida sin sentido ni valores. Este paradigma está centrado en el hombre, y ha generado una civilización que prioriza un hombre individualista, despojado de toda orientación hacia algo que no sea sí mismo.
Debemos ser conscientes, sin embargo, que todas las civilizaciones han desaparecido y la nuestra no parece ser la excepción; pero además, mientras duran, suelen producir sufrimientos que le son propios y que, muy probablemente, exceden el alivio que esta misma civilización pueda haber traído a los sufrimientos normales del hombre ocasionados por generaciones anteriores. No es de extrañar entonces la desesperanza de nuestros jóvenes con el consiguiente incremento en la tasa de drogadicción, alcoholismo, violencia, bulimia y anorexia, adicción al vértigo y al peligro (…accidentes de autos y de motos en franco aumento), perversidad y violencia contra los demás y contra sí mismo (suicidio).
¿Qué podemos esperar pues de un hombre egocéntrico enfrentado a un mundo en el que no puede encontrar valores dignos de ser realizados y en el que el sentido parece ser tan esquivo que algunos ni siquiera insisten en vivir?
Un modelo que incorpora el fenómeno espiritual.
A los modelos centrados en el hombre, podemos oponer un modelo que no se satisface con iluminar el fenómeno psíquico sino que incorpora el fenómeno espiritual en la existencia humana, mediante el cual, puertas que permanecían cerradas al substrato emocional se abren a las potencialidades del espíritu humano. (Lükas)
Frankl nos dice que el hombre posee un conocimiento intuitivo de los valores hacia los que se siente arrastrado, cuando se refiere al modo de obrar de nuestra conciencia, la cual ubica en el mapa humano en la dimensión del “inconsciente espiritual”.
Todo esto nos indica que la dimensión del ser humano, la que es especifica de él como tal, es decir, la dimensión espiritual, se expresa de una forma irrefleja, y, por extensión, cuando reflexionamos sobre nuestros sentimientos o emociones con el afán de entenderlos, casi seguramente nos eludirá sutilmente.
Esta peculiaridad de nuestra dimensión espiritual de ser irrefleja, es significativa, dado que muchos grupos de ayuda mutua trabajan con un programa llamado de 12 pasos, el objetivo último de los cuales consiste en alcanzar “la espiritualidad”. La pregunta ahora es la siguiente: ¿cómo hacer para reflexionar sobre aquello que por naturaleza es irreflejo, es decir, no es pasible de conocimiento por vía de la reflexión?
La reflexión en un marco grupal puede conducir, en demasiadas ocasiones, a procesos de desenmascaramiento, en los que detrás de cada palabra hay siempre algo oculto; nuestra experiencia es que los grupos de ayuda mutua deben evitar desenmascarar (autoreflexionar lo que lleva a hiperreflexionar) cómo y porqué ha sucedido todo lo que nos angustia; por el contrario, preocuparse por ayudar a descubrir las posibilidades que están latentes en la vida de cada uno de nosotros, inclusive, y por qué no, y más aún en el sufrimiento.
Estamos hablando de un descubrir basado en ayudar a los integrantes para que el análisis de sus vidas comience a orientarse hacia los para qué en lugar de los de dónde.
A lo largo de este proceso de cambio es importante comprender que existen valores que merecen un no rotundo, así como otros, por los que vale la pena hasta dar la propia vida.
Sólo con un conocimiento de estos valores, y en relación con ellos pueden los grupos ayudar a sus miembros a saltar por sobre los obstáculos de sus temores y condicionamientos o emociones.
Veamos la forma en que el modelo de hombre y de mundo que nos ofrece Viktor Frankl desde la Logoterapia y el Análisis Existencial se enfrenta al paradigma vigente.
Este modelo considera al hombre como un ser bio-psico-espiritual, sin dejar de ser una unidad dentro de la multiplicidad de dimensiones; consciente, responsable y siempre orientado a algo o alguien más allá de él mismo; integrado a una sociedad como persona única e irrepetible, aportando su unicidad para el desarrollo de esa comunidad en una tarea solidaria; comprometido existencialmente en la búsqueda de valores y sentidos que esperan ser realizados por él, con una fe teísta y una filosofía existencial que lo lleva al optimismo y lo reconoce libre y consciente, inserto en un mundo de responsabilidad, siendo suya la decisión sobre el ante qué o quién se hace responsable, ya sea su propia conciencia, la vida, la sociedad, Dios, o por último aquellos seres que lo han precedido en el viaje evolutivo que llamamos muerte.
Este nuevo hombre se encuentra inserto en un mundo de valores y sentidos, que hace suyos sólo con no escapar a las preguntas que la vida misma va haciéndole según pasan los años; un mundo en el que ese hombre afirma su existir ya sea creando, amando y, cuando el tiempo llega, sufriendo si es necesario, pero asumiendo una actitud que lo haga digno de ser hombre.
En este momento estamos en condiciones de preguntar qué deben ofrecer los grupos de ayuda mutua a quienes buscan y necesitan de su amparo y protección. Ciertamente la transformación de grupos de ayuda mutua en una forma de psicoterapia gratuita terminaría destruyendo su razón de ser.
Los grupos deben dar un giro radical, y trabajar, no en los porqué, sino en los para qué y en los “a pesar de todo”, y en buscar el sentido en las posibilidades que esperan aún ser realizadas. Por lo tanto, deben brindar primeramente aquello que la sociedad no puede ofrecer, ya sea por carecer de ello totalmente, por incapacidad para percibirlo o falta de voluntad para acercarlo a los necesitados.
Descubrir y sacar a relucir lo personal, lo individual, lo excepcionalizado debe ser el propósito de los grupos de ayuda mutua en cuanto se constituyen en el nivel de análisis existencial.
Victor Frankl afirma que ser hombre es ser consciente y responsable.
Desde el punto de vista ético “el hombre incondicionado es el hombre que sigue siendo hombre aún en las más desfavorables e indignas condiciones; el hombre que en ningún momento abdica de su ser, sino que se aferra a él incondicionadamente”.
Víctor Frankl nos dice que “…el hombre es un ser incondicionado porque no se agota en su condicionalidad porque ninguna condición es capaz de definirle plenamente; la condicionalidad le condiciona, empero no lo constituye… es incondicionado a pesar de este sometimiento; lo es a pesar de las condiciones, en medio de las cuales se encuentra.
Frankl no entiende la libertad de, sino la libertad para que, es decir, que el hombre no es libre de sus instintos y emociones, sino que precisamente es libre para oponerse a ellos, y que es justamente en ese salirse afuera (de sí mismo) para oponerse a sí mismo, donde se manifiesta en todo su esplendor la dimensión espiritual del ser humano.
Después de todo, ex-sistir significa vivir hacia fuera, proyectado siempre hacia un futuro en el que yacen las posibilidades que esperan ser convertidas en realidad.
Hemos recorrido un camino que nos ha llevado de viaje por el significado de los paradigmas como construcciones mentales, en gran medida tutelares del pensamiento, y también por el concepto de hombre fundamentalmente con el objeto de mostrar el campo de las libertades tratando, además, de rescatar lo más humano del hombre, aquello que deberíamos tener siempre presente y que, paradójicamente, pareciera, hoy más que nunca, estar a punto de desaparecer en un mundo que extrema todos sus recursos e inteligencia para exterminarse a sí mismo.”
Este es un aporte de “Renacer Congreso – Montevideo Uruguay”

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