Conociendo Renacer

Cuando un papá llega al grupo, viene con toda su carga de angustia y sufrimiento buscando respuestas a lo inexplicable. Nosotros no las tenemos; pero somos todos espejos y nos vemos inmediatamente reflejados y nace, casi sin quererlo, una corriente de amor y solidaridad que nos hace olvidarnos de nosotros mismos para pensar en los demás.
Tomando a ese papá de la mano, tratamos de contenerlo y acompañarlo para enseñarle que compartiendo ese dolor, éste se va a ir diluyendo. No importa la forma de la partida del hijo, la edad que tenían al partir ni el tiempo que transcurrió desde esa partida; nos manejamos todos con el mismo lenguaje: el del AMOR.
Aprendemos que hoy podemos llorar juntos y mañana compartir alegrías y que no todos tenemos el mismo tiempo para elaborar el duelo y que este aprendizaje produce un profundo respeto por el otro. Mirándonos a los ojos comprendemos que no somos dueños del dolor. Dejamos de sentirnos protagonistas y podemos pensar en el dolor de los demás.
Después del shock inicial y desde nuestra humildad, empezamos a darnos cuenta que nos invaden un montón de sentimientos, muchos de ellos negativos y difíciles de manejar. Trabajando juntos en el grupo tratamos que esos sentimientos negativos no nos superen y no nos hieran más de lo que ya estamos.
Sería fácil hundirnos en la depresión y pasar nuestra vida llorando o sumergirnos en el trabajo como una forma de negar la realidad; pero juntos aprendemos que todavía hay cosas que valen la pena ser vividas y que necesitamos ponernos en pie para vivirlas. También aprendemos que dando vuelta la hoja negándonos a aceptar la muerte de nuestros hijos, nunca vamos a alcanzar la PAZ que tanto necesitamos.
Tratamos juntos que ese dolor tan intenso que tenemos no maneje nuestra existencia y aprendemos a aceptar a la muerte como parte de la vida. Intentamos en grupo descubrir todos los mensajes que nos dejaron nuestros hijos, en especial desde el AMOR, y aprendemos a compartirlo. Buscamos crecer espiritualmente para trascender el dolor y seguir con dignidad el camino que nos falta recorrer.
Y en la esperanza, en la posibilidad de un nuevo sendero y en el encuentro con una vida nueva; en la mano que se tiende, en el abrazo que cobija y la palabra que consuela, en la acción que fortalece y en todo un cúmulo de hermanos semejantes que comprenden, que ayudan, que sufren exactamente lo mismo, de repente... RENACER.

CON TODO NUESTRO AMOR
POR NUESTROS HIJOS
Y CON NUESTROS HIJOS

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